Acostados sobre la arena
baja el sol por mis pies,
mientras tu mano
sube hacía mi cuello,
pintando de arena mi cuerpo.
Ciega, del sol y el calor,
y tú silueta negra a mi lado.
Dejamos la brisa pasar
entre nuestros cuerpos,
camino hacía el mar.
Y no nos movemos,
mientras se pierde el sol
por nuestros dedos.
La arena corre por tu piel,
tostada,
ya seca del agua salada.
Y al caer la tarde,
me duermo en tu pecho
y llevo tu mano a mi pelo.
Con las primeras estrellas,
corre más brisa
entre nuestros cuerpos,
que se enfrían,
sobre la arena,
que todavía caliente,
nos quema.
martes, 24 de marzo de 2009
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